Mi cabeza no deja de imaginar utopías en las que, por supuesto, juegas el papel protagonista. La vida que podríamos haber tenido en fotogramas: tú y yo poniéndonos morenas en la barca, tú y yo en Lisboa, tú y yo viendo Harry Potter, tú y yo cocinando para tu familia. A fuerza de golpear las paredes no lograré hacerte volver. Es más: no quiero hacerte volver. Que te den, y bien lejos de mí si puede ser.
Sin embargo existía una rutina, una cotidianidad, sí, eso que a ti te da tanto pánico, que aún te tiene archivada como remitente de todas las cosas bonitas que me ocurren.
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